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viernes, mayo 9, 2025

La transparencia como obligación social

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Por César Melgar

Los guatemaltecos podemos optar mejores condiciones de vida, pero el cambio depende de lo individual y lo colectivo, de lo general y lo especifico.


En los últimos años Guatemala ha estado inmersa en diferentes controversias derivadas de la lucha contra la corrupción. Si bien es cierto se han dado pasos gigantes, logrando señalar a aquellos que en algún momento se creían intocables, se han dado algunas falencias en el proceso de persecución y procesamiento de corruptos, lo cual ha dejado “excusas” o “argumentos” que pueden ser utilizados por aquellos que se han dedicado a vilipendiar esta especial coyuntura de lucha contra la corrupción.


Por lo cual, para poder continuar con esta ruta, será necesario que los entes investigativos y judiciales, se apeguen a la ley, para no dejar ninguna “laguna” que pueda ser aprovechada por los acusados para victimizarse. Y una de las claves es agilizar y modernizar el sector justicia, para lo cual se necesitan recursos (y he aquí uno de los problemas principales: ¿cómo emprender tan necesario y vasto desafío?).

Pero para empezar, Guatemala necesita un cambio cultural. A veces se alaba al corrupto “por ser pilas” (como se dice en el lenguaje popular), porque hace “billete” rápido. Empezando por eso, no se puede venir y dar piropos al ladrón que se roba los recursos de la sociedad (claro, si uno paga impuestos, definitivamente estará molesto).

Para contrarrestar eso, se necesita un cambio de paradigma. Señalar al corrupto, y que se perciba que ese tipo de personas no es grato para la comunidad. ¿De qué servirá todo el dinero obtenido de manera ilegal, si igual, no se podrá “disfrutar” sin ninguna tranquilidad? El incentivo debe ser tal que, todo aquel que maneje fondos públicos, lo piense varias veces antes de  siquiera tocar algún centavo. Si a eso se le agrega la certeza del castigo (quizá no necesariamente la pena de muerte como en varios países asiáticos), pero si penas ejemplares de cárcel,  para disuadir cualquier intento de extracción o mal uso del erario público.

Otro cambio necesario es aquel referente al pensamiento de “si yo estoy bien, no importan los demás”, a aquel “si todos están bien, yo estaré mejor”. Aunque muchos podamos vivir en nuestra burbuja de ciertas comodidades, al final, el drama social y económico que puedan vivir varios connacionales al final, en cierta manera termina afectando al ente social.

El reto no es esperar a un mesías o un ungido, es tener un pensamiento claro como ciudadanos, con verdadera identidad nacional, buscando el bien del país, no con falsos nacionalismos que pelean contra una supuesta injerencia extranjera. Ser una sociedad capaz de elogiar a aquellos que con esfuerzo logran salir adelante, repudiar a criminales y corruptos. Ser una sociedad empática que no se conforma con la miseria de la mayoría de la población, sino que buscar la prosperidad de cada uno de sus miembros.

 

 

 

 

 

 

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