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miércoles, mayo 14, 2025

Políticas y estrategias basadas en evidencia

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¿Son mejores las aulas de 20 o 30 alumnos en el logro del aprendizaje?   ¿Es el entrenamiento realmente efectivo para aumentar la productividad del trabajo? ¿Es mejor hacer transferencias monetarias o fortalecer capacidades para superar la pobreza?, las anteriores preguntas parecerían razonables, ¿no cree usted?; sin embargo lo común es que no se planteen oportunamente y prevalezca en la estrategia la emoción del optimismo por incrementar los retornos privados o públicos.

En lo empresarial, si bien las estrategias suelen respaldarse con escenarios de ingresos  y amplios reportes financieros que materializan la planificación estratégica, se ha encontrado que tan solo el 10 % de las estrategias que se implementan son exitosas. De esa cuenta, cada vez el acento se afinca en la implementación y en los criterios con que permanentemente la estrategia será  evaluada. La estrategia deja de ser una hoja de ruta para ser más un instrumento permanente de cuestionamiento y de gestión.

Del lado de lo público, el reciente informe de la CAF, “Un Estado más efectivo: Capacidades para el diseño, la implementación, y el aprendizaje de políticas públicas”, inicia narrando la siguiente historia:


En el año 2001 la India lanzó un programa muy ambicioso para mejorar la calidad educativa en el nivel básico en zonas rurales. Se realizaron importantes inversiones en infraestructura. Se reclutó y entrenó a los maestros, además se implementaron otras mejoras pedagógicas. ¿Resultado? Si bien aumentaron las inscripciones y la asistencia de los alumnos, el cambio en el rendimiento educativo fue cero.”


Precisamente, cero pérdidas privadas o sociales, es lo que causan distintas intervenciones que se implementan sin tener criterios de evaluación.   Distintos proyectos en los espacios públicos, como los que se basan en la responsabilidad social empresarial, los del sector no gubernamental, como los de caridad o de beneficencia y los realizados por el Gobierno, no necesariamente logran aportar al desarrollo y en algunos casos son dañinos para el mismo.  De esa cuenta, ha sido la economista Esther Duflo quien ha resaltado la evaluación de intervenciones para saber entre las iniciativas ¿cuáles ayudan y cuáles hieren?, lo cual se logra por un amplio conjunto de metodologías de evaluación, seguimiento y decisión oportuna.

Lo que más debe lamentarse en el caso guatemalteco, es que aún existiendo investigaciones científicas, las mismas no son usadas para el diseño de políticas y estrategias. Por ejemplo, se ha encontrado que existen cerca de 56 investigaciones científicas   en 16 distintas áreas de la economía de Guatemala y que los hallazgos de las mismas escasamente son utilizados. Ejemplo de lo anterior son las lluvias torrenciales  que han aumentado la pobreza en los territorios  afectados en 5.5% (Baez, J., Leonardo Lucchetti, Maria Genoni y Mateo Salazar 2015)  y dado que tanto el sector público como privado se enfocan en la superación de la pobreza, podrían generarse ejes de atención a desastres, ampliando el enfoque de políticas centradas en trasferencias o asistencia social.

Originalmente el criterio de evidencia en las políticas y estrategias tenían cierto aire de supremacía desde su origen hace 70 años; con los años se han establecido nuevos enfoques. Sin embargo, la complementariedad entre enfoques no deber ser causa para obviar los importantes hallazgos que aportan a políticas y estrategias más robustas. Al final, son las personas, las empresas, las industrias, el gobierno y la sociedad quienes sufren el efecto de que las estrategias no logren sus resultados.

 

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