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lunes, mayo 12, 2025

Monumentos conmemorativos de los muertos del conflicto armado y la memoria selectiva

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Por Julio Adbel Aziz Valdez

Los fríos vientos y lluvia de noviembre del 2020 están mojando tres monumentos hoy, el frontispicio de la Catedral Metropolitana con los nombres de miles de civiles muertos, nombres recopilados con el proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica del Arzobispado, el monumento a los soldados caídos en el Campo de Marte frente a sus tribunas y ahora la recién inaugurada plaqueta en el Campus Central de la Universidad de San Carlos de Guatemala, cientos de nombres son cubiertos con la persistente agua.

La inauguración de este último monumento solo vino a confirmar por medio de nombres la alegoría de una plaza que lleva el nombre de los Mártires Universitarios que se nombre así cuando aún no se había terminado el conflicto armado y bueno hacía referencia a los universitarios, profesionales y estudiantes que murieron supuestamente a manos de las  fuerzas armadas del Estado, y digo supuestamente porque pocos de estos lamentables hechos, casi ninguno, fue llevado a tribunales con todo y que el inicio del nuevo siglo abrió las oportunidades de desarrollar sendos procesos judiciales, pero eso es otro tema.

La llamada memoria, desde los tiempos del proyecto del arzobispado con su recién estrenada oficina de Derechos Humanos, planteaba que la memoria, más que historia, era viva y reivindicativa, vaya más militante que el concepto frio del recuento historiográfico que obviamente tendría rigor científico, pero además dejaba ver que la verdad era contada por los actores y bueno los interpretadores de la memoria o los intelectuales bueno, solo eran intermediarios.

En fin, bajo este argumento se movilizó a toda la estructura de la iglesia católica en todo el país para motivar que las familias de las victimas hablasen de su tragedia y en fin esto mostrase los impactos de la violencia del Estado contra el pueblo, en esa visión binaria y simple se recopiló esa primera versión del conflicto y entre otros productos pues brindo los nombres que ahora están esculpidos en granito para que todo el pueblo católico, hay que hacer la puntualización, los vea. El objetivo era que esto sirviese de llamado a la reflexión y bueno, para la conciliación según ellos, en la medida que los hechos y las victimas están a la vista.

Lo malo con los monumentos es que al mismo tiempo que están a la vista de todo el mundo, pues dan una versión una vista de quien ha pagado por ese monumento, en efecto los nombres están ahí pero la versión de cómo llegaron ahí es más compleja de lo que intentaban mostrar sus patrocinadores, ejemplo, no dice que algunos de esos nombres son de víctimas de la guerrilla, pero igual, si el informe daba fe de una relación del 96% de muertes en mano de las fuerzas armadas, es mucho más fácil suponer que esos nombres son de víctimas del Estado, igualmente el problema del monumento es que supone una lavada de rostro de quien lo pone a la vista, la iglesia ha declarado con el que no tiene ninguna responsabilidad en aquellas muertes y bueno, la denuncia es hacia al Estado que ella misma ayudó a cimentar, no habla de la gran cantidad de religiosos que optaron por las armas y llevaron a sus comunidades a involucrarse con ellos en un proyecto que años después sería un fracaso en la región.

En el caso de los soldados caídos, cuya memoria desafortunadamente cayó en medio de una disputa agria sobre la responsabilidad institucional del Ejercito en infinidad de actos crueles contra la población civil, la intelectualidad asume en forma fría que dichas muertes fueron necesarias, o sin importancia sino es para culparlos de las muertes de civiles, para ello pueden hacer referencia a los nombres de los muertos en el frontal de la catedral.

Este monumento posee el mismo problema que el anterior, no hace referencia a que el golpe de Estado de 1982 dado por parte de oficiales jóvenes que señalan abiertamente la corrupción del Estado, en manos de la alta oficialidad, y que ella era la responsable de la escalada del conflicto y por lo tanto de la muerte de un gran número de los que ahora solo aparecen con sus nombre en el frio cemento.

No habla de la ineptitud mostrada en la conducción del conflicto, de la falta de insumos que la corrupción consumió, de lo terrible que fue la administración pública y lo mucho que contribuyó a que la fanatismo creciera por todos lados y se llevará la vida de miles de jóvenes. Ese monumento de habla nada de eso, y como en toda versión simple de la historia se conforma con asumir que sus vidas contribuyeron a que no se instalara el comunismo y por lo tanto son héroes, un título que la mayoría no buscaba en medio de los alistamientos forzosos que los hizo llegar al frente lo que buscaban era regresar a casa para seguir con su proyecto de vida.

La plaqueta de la ignominia

Todas las vidas humanas son dignas, todas merecen nuestro respeto, y en el escenario académico todas merecen un momento de análisis.

Si la paradoja no era suficiente la plaqueta en la Universidad Estatal, como en Macondo, victimas en un ente estatal de un lado y victimas de otro ente estatal en el otro, si acaso el conflicto pudo ser más complejo u abstracto como una obra de Kandinsky pues se ve en la inversión pública en ambos.

Si acaso algunos estudiosos del conflicto armado en Guatemala y su manifestación en la Universidad, no ha quedado claro es bueno recordar el impacto que tuvieron las organizaciones revolucionarias armadas en la organización y administración de la universidad desde finales de la década de los sesenta hasta entrada la década de los ochenta, tanto fue así que esta misma institución del Estado fue uno de los ejes organizativos más importantes en el conflicto que precisamente iba dirigido a destruir o vaya tomar al Estado.

Los impuestos que pagaban por la formación de oficiales del ejército, eran los mismo que pagaban por el marxismo que se apoderó de las aulas universitarias, a tal grado que en termino de unos años se convirtió en una de las más grandes máquinas de formación política de los alzados en armas, un conflicto dentro del Estado para tomar las riendas del Estado.

En ese contexto, jóvenes integran convencidos las filas guerrilleras, a diferencia de los que fueron obligados a prestar su servicio militar estos se apuntaban deseosos de llevar a cabo la utopía aprendida en las aulas universitarias, el romanticismo del mítico guerrillero era forma y contenido de muchos cursos, si, y no se puede negar hoy en día, la universidad se convirtió en centro de adoctrinamiento y reclutamiento, sus autoridades lo sabían y contribuían con ello.

Cuando la Plaza de los Mártires se constituyó ya había una intencionalidad política en las autoridades, desdibujar el hecho de la militancia política de los muertos, cubrir con el manto de la impunidad a las organizaciones político-militares que carcomieron la institucionalidad universitaria, sembrar en las generaciones futuras de universitarios que aquellos que murieron lo hicieron, vaya sarcasmo, defendiendo a la universidad ¿de qué? Pues del Estado al que pertenecía y al que muchos en sus aulas juraron destruir.

Las mismas organizaciones guerrilleras callaron, y completaron la ignominia, sus militantes, sus héroes se convirtieron en mártires y víctimas, son más útiles así, y mejor para ellos porque los que vivieron alcanzaron a ver como sus dirigentes, comandantes, se convirtieron en nuevos ricos, en políticos que la población defenestraban en las urnas, en viejos que azuzan la memoria lastimera en vez de la heroica.

Las autoridades universitarias actuales, necesitados de baños de pureza, deciden ponerle nombre a los innombrables, identidad a los sin identidad, asumiendo con ello una visión tendenciosa de la historia, una que vuelve a los foros de la victimización, sin relatos de glorias y heroísmo, ¿Qué pensarían aquellos que tomaron las armas por una causa, que murieron por esa causa y que ahora solo se les recuerda por su paso en aulas? Y es que varios de aquellos nombres son de mujeres y hombres que tomaron las armas, si, que si no habían matado estaban en la disposición de hacerlo.

A lo mejor esta es la diferencia con el monumento que esta en el Campo Marte, y es que la memoria de los muertos de este es de hombres que murieron empuñando un arma defendiendo al mismo Estado y bueno la memoria del héroe es de heroísmo, la memoria de la victima es vulnerabilidad algo para lo que la iglesia católica oficial supo aprovechar su frontispicio.

Las responsabilidades son diversas y graduales, los directamente involucrados como actores, y los responsables indirectos, los que estaban detrás de un escritorio o en una sala compartiendo y diseñando estrategias, los que mandaron a jóvenes a matar o secuestrar a otros jóvenes, personas cumpliendo órdenes como bien afirmaría Hanna Arendt banalizando el mal, esos mismos convirtieron a unos en héroes y a otros en mártires.

Lo que no se dice en los sendos homenajes es que sobre la sangre de estos seres humanos descanso una pila de actos de corrupción que hicieron del erario público un botín de guerra. Estudiantes y profesionales murieron para que otros fueran funcionarios públicos con plan de prestaciones tuvieran retiros confortables, soldados y oficiales brindaron su vida para que una casta militar coqueteara con el poder e igualmente cobraran sus pensiones vitalicias, mientras tanto los muertos vieron el final del conflicto.

Cuanta selectividad de memoria hay en quienes en su miopía no logran ver que el movimiento insurgente devoró a sus propios hijos como Saturno, y los escupió tan lejos que no permitió que en la plaqueta, en el reconocimiento que muchos de aquellos no hiciera mención de la razón real, no la de propaganda, de su muerte y desaparición y no aparece porque esos mismos que firmaron un cheque para pagar esa plaqueta saben que forman parte del silencio selectivo en torno al impacto real de las organizaciones político militares y las posteriores organizaciones electoralistas en la Universidad hoy en día.

Aclaración necesaria al final

Una mención especial por los estudiantes asesinados el 7 de julio de 1980 en horas de la mañana en el campus central de Universidad, este acto se produjo como una especie de vendeta llevada a cabo por compañeros del jefe del cuarto cuerpo de la PN el Comisario Miguel Natareno, quien fue ejecutado por presuntamente un comando del PGT en la Colonia Primero de Julio. Un grupo de asesinos llegan a la universidad a bordo de varios vehículos y disparan a mansalva contra los estudiantes que se encontraban transitando, este acto que tuvo motivaciones políticas afecto a estudiantes sin militancia política, para ellos un reconocimiento especial porque son la excepción a lo expresado en este escrito. Ellos representan el impacto de haber convertido a la Universidad en parte del conflicto.

 

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