Julio Abdel Aziz Valdez
Amenazas terroristas, destrozos en el Congreso, bloqueos y agresiones a la policía nacional civil. Al parecer esto no tiene nada de novedoso si no fuera porque vienen de los llamados veteranos de las fuerzas armadas quienes han asumido el discurso de que merecen porque se han ganado una compensación por sus servicios, que dicho sea de paso sirvió para que el conflicto armado interno que finalizó en 1996 (hace 23 años) no terminará con la victoria de las guerrillas comunistas.
Estas demandas se han instalado en la mente de los veteranos por parte de sus dirigentes luego de haber observado que durante ese lapso de tiempo el Estado, que es ahora el centro del conflicto, destino millones de quetzales en resarcimientos monetarios y en especie a una cantidad no determinada de supuestas víctimas, algunas por cierto convertidos en políticos y funcionarios, a la desmovilización de guerrilleros se invirtieron millones en compra de tierras insumos y hasta pagos no determinados para oficiales y vaya empleos, pero además también hubo reparto de dinero a ex patrulleros de autodefensa civil, en fin, luego de la firma del último acuerdo de paz se instaló una narrativa donde el Estado asumía las responsabilidades, en monetario, de lo que había acontecido a lo largo de tres décadas.
El apoyo internacional que finalmente era la espada de Damocles sobre el Estado que presionó para que esos fantasiosos acuerdos de paz se suscribieran, fueron además los mismos que motivaron la lectura de un conflicto entre el Estado, ricos y ladinos contra los pobres e indígenas, y claro el problema ya no es una simple diferencia de opinión, sino toda la lógica de las políticas de resarcimiento que esa misma cooperación, y digamos con nombre y apellidos, norteamericana y de la Unión Europea, impusieron.
Ahora, producto de la endémica pobreza en el área rural, miles de hombres que se definen como veteranos salen a exigir el pago de lo que ellos consideran algo que se les debe, si a esto sumamos la actitud irresponsable que todos los políticos asumen en campaña que para ganar un voto ofrecen cuanta estupidez se les presenta, y no digamos la contracción de la economía producto del covid provocan el caos post conflicto más grande desde 1996.
Si todo esto no es suficiente no han sido pocos las dilectas y contradictorias voces de la izquierda que han acusado a estos veteranos de ser genocidas y con ello pretenden DESCALIFICAR o INVALIDAR el reclamo monetario, es más, incluso en un acto de bajeza conceptual solicitan mejor enjuiciar a esos miles de hombres en vez de pagarles.
Lo que vemos ahora no es producto de la inoperancia de las fuerzas policiales, que la hay y mucha, quisiera poner en primer lugar la demagogia con que los políticos se manejan donde no tienen el menor recato en ofrecer energía eléctrica gratis, fertilizantes, pagos para hijos, gratuidades insostenibles, cupos para indígenas y mujeres en contrataciones, autonomías, redistribución de tierras, y porque no decirlo compensaciones y resarcimientos en efectivo, el clientelismo en su máxima expresión, reafirma esa lógica reafirmada por el actual Procurador de Derechos Humanos, Jordán Rodas, que la responsabilidad primera y final para superar la pobreza y la desnutrición es del Estado y claro, con esta posición, los condenados de la tierra asumen que ese Estado les debe.
Pero el tema es más profundo, es esa narrativa enfermiza del conflicto armado, reiterar el tema del genocidio, de la eterna apología del guerrillero heroico que si se merecía sendos apoyos para su desmovilización (y que por cierto es el que menos participa de todo este esperpento social) del eterno victimismo del indígena objeto de la acción genocida y de la manipulación por parte de ese mismo Estado de los ciudadanos convertidos en soldados y patrulleros.
Esos ex soldados, por si fuera poca también sus amenazas, están por convertirse en soldados de una revuelta cristera del siglo XXI o cristiana, (a la usanza de México de 1926) que para aglutinar a más feligreses y darle el carisma, muy bien copiado de la izquierda, de incuestionabilidad moral ahora además son representantes de la voluntad divina, y si, desde el fin del conflicto hasta ahora el avance vertiginoso del protestantismo y del cosmogonismo etnico ha sido enorme y su poder de movilización ha sido ampliamente comprobado, más que el catolicismo que se quedó con su versión de teología de la liberación pero de esto hablaremos en otro momento.