Nuevamente, Aldo Dávila mostró su temperamento, convirtiendo en espectáculo el incidente que tuvo con un agente de la Policía Nacional Civil (PNC) a quien calificó de “gato”, lo que ha motivado tendencia en redes.
Redacción Perspectiva
Ayer, durante una protesta con varios conatos de violencia, Dávila volvió a demostrar su carácter cuando además de insultar, empujó a un agente de la policía que resguardaba el acceso al parqueo del Congreso.
Si cualquier otro ciudadano hubiera agredido físicamente e intentado denigrar verbalmente al agente, seguro estaría detenido en la carceleta de tribunales. Pero el exabrupto provino de Dávila, y la inmunidad de quienes ocupan el puesto por voto popular, puede confundirse con impunidad.
“Cuidadito conmigo, gato abusivo, yo soy diputado”, fueron las palabras de quien representa al partido Winaq, organización de izquierda que convenció a sus votantes con un discurso de respeto, equidad e inclusión.
Sin embargo, el estallido de Dávila muestra la forma en que ciertos políticos perciben al pueblo de a pie. Gato, es decir inferior o sirviente, según la jerga importada de México.
El legislador dijo que actuaba en calidad de mediador, aunque fue señalado por el tercer vicepresidente del Congreso, Armando Castillo, de liderar una protesta en la cual varias mujeres vestidas de forma estrafalaria y con pelucas (aparentemente para disimular su identidad), afirmaron ser estudiantes universitarias e intentaron agredir a trabajadores del Congreso.
Antes de empujar al policía, Dávila se quitó la mascarilla y habló a gritos entre la aglomeración de gente, transgrediendo las regulaciones gubernamentales por la pandemia, que imponen el uso de mascarilla al interactuar con otras personas y obligan a la distancia social.
El hecho parece folclórico pero es realmente serio. Como antecedente, en 2016 la gobernadora de Alta Verapaz, Estela Ventura, denunció a cuatro diputados oficialistas que la habían citado, aduciendo ofensas verbales y discriminación.
