El Día de la Hispanidad, va mucho más allá de la apología a la conquista y colonización, busca la exaltación de la lengua de Cervantes, que hoy es hablada por unos 590 millones de personas y es idioma oficial de 21 países, además de ser hablado en muchos otros. Como homenaje a nuestra lengua materna, compartimos un texto de Pablo Neruda, quien describió poéticamente la llegada del idioma español a este continente.
Redacción Perspectiva
Paradójicamente, las condenas contra la fecha que celebra la expansión de la lengua española en el mundo, están escritas en este idioma. El Día de la Hispanidad, fiesta nacional en España, fue creado por el escritor y diplomático vasco Ramiro de Maeztu y el sacerdote Zacarías de Vizcarra, quienes en los años veinte del siglo pasado propusieron que el 12 de octubre se festejara el Día de la Hispanidad, en lugar del Día de la Raza.

En 1987 esta fecha pasó a ser Fiesta Nacional en España y según el boletín estatal de ese país:
«la efeméride histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos».
El tema es extremadamente complejo y conlleva diversas posturas que suelen confrontarse. Sin embargo, es indiscutible que el español es uno de los idiomas más hablados en el mundo, y probablemente por ello, uno de los más ricos en vocablos y más prolíficos en producción literaria.
Hoy, Perspectiva festeja al idioma que después de 530 años, es la lengua materna de millones de latinoamericanos. Y para esto, nada mejor que compartir el texto de Pablo Neruda, Premio Nobel chileno (1971), quien homenajeó al idioma de Cervantes de esta forma:
LAS PALABRAS
»…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema…
Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola…
Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas…Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada…
Que buen idioma el mío, que buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas…
Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandeciente
es… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.»
Confieso que he vivido, 1974