“Yo hago mi propio deber, lo demás no me distrae. Pues son seres inanimados o irracionales o descarriados que no conocen su camino” – Marco Aurelio
Frase contundente de un ex emperador romano quien en vida fuera Marco Aurelio. Uno de los hombre más poderosos de la tierra en su momento. Líder de una de las marcas más poderosas de la historia: Roma. Si un difunto y “exitoso” emperador romano, estoico, filósofo y líder de masas puede resumir tanta sabiduría en un par de líneas, ¿por qué hacemos tantos castillos en el aire los de mercadeo en el siglo XXI?
- La primera respuesta es simple: no nos interesa saber quien es Marco Aurelio.
- La segunda respuesta es más compleja: EGO.
Cuando dejamos que nuestro ego domine nuestras decisiones siempre estamos tomando las mismas en función de la respuesta de los demás. El jefe, el jefe del jefe, mi compañero, mi esposa, mis amigos, mi familia, etc. Si dejamos que los demás influencien nuestras decisiones, entonces, ¿quién las está tomando? Muchas veces las marcas sufren la subjetividad de quien las maneja y, cuando esa persona cambia, absorben la subjetividad del nuevo administrador. Nos cuesta entender que las marcas deben ser autónomas, soberanas e independientes de cualquier punto de vista externo, exceptuando el de las personas que las compran. Tener una marca estoica significa que nunca se verá afectada por el miedo de quien la maneja, sino moldeada por sus usuarios. Esto es una marca que tiene vida propia manejada por una persona que domina su ego. Es una marca que vencerá a cualquiera que la administre porque al final, sólo las ideas se sostienen en el tiempo y una marca es una idea.
Un mercadólogo es un humano cuyo cuerpo desvanecerá. Nosotros, responsables de las marcas, debemos rendirnos ante el significado de las mismas y aportar ideas desde una postura humilde en la que el ruido de los demás no nos nuble. La vida es demasiado corta como para desperdiciarla persiguiéndonos la cola entender lugar de perseguir utopías grandiosas.