Por: Alejandro García
15 años de experiencia en al área de Comunicación y Mercadeo. Creador de marcas como Megapaca y Anfora
Muchas veces confundimos fácil con simple. Pero son dos conceptos totalmente distintos, llegar a los niveles óptimos de simpleza es una tarea compleja. La paradoja que se crea entre la simpleza y la complejidad ha dado fruto a las ideas más revolucionarias en la historia de la humanidad.
Cuando como usuarios de un producto o servicio llegamos a la conclusión que es algo “simple de usar” quiere decir que el nivel de complejidad que se ha alcanzado es alto para la producción y la entrega del mismo. O sea que simple va de la mano de complejo.
Por ejemplo la rueda es un invento muy simple, pero tomo años de evolución para llegar a ella. Tuvieron que pasar muchos cambios bioquímicos en nuestros cuerpos para que el cerebro tuviera la capacidad de ver la idea. Siempre estuvo ahí, pero nuestros cerebros no estaban preparados aún. La rueda es un invento tan simple pero tan complejo a la vez que han sido siglos los que la hemos y seguiremos utilizando.
Otro ejemplo de esto es el inodoro. Es un invento simple que nos ayuda todos los días en nuestras casas y nuestras oficinas a resolver un problema básico. Pero el aparato que hay detrás de una idea tan simple como el inodoro es complejo. Todo el sistema de tuberías que tiene que existir en una ciudad para que pueda fluir de forma natural y que nosotros solamente tengamos que apachar un botón o jalar una manecilla es muy grande.
Si nuestros productos o servicios no tienen el nivel de complejidad necesario para que la experiencia del usuario sea lo más simple posible, quiere decir que hay mucho por hacer».
Hacerle la vida más fácil a las personas es la visión. La resolución de procesos complejos que lleven a la simpleza debe ser la misión.
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