Julio Abdel Aziz Valdez
Terribles notas de prensa muestran varios hechos de sangre contra mujeres y niñas en lo que va del presente año, y aun cuando el valor representativo de dichas muertes sigue siendo menor a la media de muertes violentas, han llamado la atención de la opinión pública y nuevamente sale a la palestra el tema recurrente de la aplicación de la pena de muerte para los responsables de tan terribles hechos, especialmente contra la niñez.
Pero también en forma recurrente acuden aquellos que muestran su inconformidad con la sola idea de la aplicación de tal castigo. Coincidentemente los detractores se ubican en el espectro de izquierda ideológica, en su mayoría, y si las contradicciones no son pocas, también está la enorme y bien aceitada institucionalidad feminista que se alimenta de la denuncia de esos mismos actos de violencia extrema contra las mujeres y sin embargo afirman, sin ambages, que no concuerdan con la pena de muerte porque asumen que es una propuesta de la derecha, sin más ni más.
Ni siquiera se puede discutir si la pena de muerte es un castigo proporcional, si es disuasiva y sobre todo, si muestra empatía de la sociedad hacia las víctimas. Eso ya no está en discusión, sino el simple hecho de que si mi contraparte o mi enemigo ideológico lo plantea, es suficiente para rechazarlo.
Y por si fuera poco, como zopilotes revoloteando en la podredumbre, la institucionalidad de la niñez y de derechos humanos, que automáticamente rechazan el tema de la pena de muerte “por principio” además de que comienzan a exigir, como es el caso de organizaciones como el Refugio de la Niñez y Fundación Sobrevivientes, que haya más y más Estado, y lo hacen con argumentos tan tendenciosos como “es necesario fortalecer la institucionalidad”, cabe recordar que dichas Ongs que originalmente surgen a la vida como expresiones dependientes del financiamiento externo, en determinado momento dichas fuentes les exigen que vuelen con sus propias alas y accedan al financiamiento estatal, tal y sucede en sus países, por lo que no es raro encontrar a estos dirigentes exigiendo que ese fortalecimiento pase por más dinero para sus arcas y para incrementar su poder político. Todo esto a partir de los terribles hechos de sangre que han sucedido.
Pero regresando a la pena de muerte, el consenso de la opinión pública es innegable. Si el tema se llevara al plano más democrático de una consulta popular hoy en día, el resultado a favor de la pena sería abrumador. Este es un reclamo social y la visión sobre el respeto a los derechos humanos en general no varía, pero nuevamente la manipulación inherente a intelectuales y políticos de izquierda inicia con la descalificación por ser una propuesta “conservadora” asumiendo con ello el monopolio de altura moral como para afirmar que rechazar la pena de muerte es de personas que si creen en los derechos humanos “verdaderos”.
La pena de muerte es justa, es necesaria, es un reclamo popular, y no importa el color con el que sus detractores la quieran pintar. Es más, el rechazo a la misma, que finalmente es una posición política e ideológica con derecho de ser expresada, plantea la ambigüedad en la que la izquierda pequeño burguesa transita, porque asume que es más importante agrandar el Estado, financiar a Ongs feministas y ahora de “defensa de la niñez”, antes que aplicar realmente un concepto de justicia proporcional.
Sigo sosteniendo que no hay más contradicción que ver a la izquierda pro aborto defendiendo la vida de asesinos y violadores, no hay más comprobación de la ambición desmedida de esa izquierda que le importe tan poco el consenso popular, la opinión pública y le interese más asaltar el Estado, quedar bien ante todo con el financista que con la población a la que se debe.
Solo espero que realmente haya una discusión y que esta llegue a una conclusión, que la democracia demuestre su efectividad y que no sea, como ya ha pasado antes, otra llamarada de tusas.