Julio Abdel Aziz Valdez
Otra vez el tema de la originalidad del traje indígena en Guatemala salta a la palestra, otra vez las voces del fanatismo resaltan y sobresalen.
Hace unos días trascendió con bombos y platillos la decisión mercadológica del restaurante San Martín en la ciudad de Quetzaltenango de incluir en la vestimenta de trabajo de las meseras un tejido propio de la región, esto con dos objetivos: el hacer un homenaje a la identidad de local que va más allá de los indígenas como tal y se inscribe como identidad quetzalteca y bueno la segunda como una forma de darle colorido al restaurante, hay que resaltar que esta cadena de restaurantes desde sus inicios ha impulsado la marca país por lo que se preocupa por colocar por temporadas tejidos, artesanías y productos locales.
Frente a esta campaña mercadológica la reacción de grupos de mujeres indígenas que de un tiempo para acá como muchos otros han incrementado sus discursos etnocentristas, señalaron que dicho uso instrumental de la “tela” les ofendía y es que dicha “tela” es usada en prendas ceremoniales que ellas consideran “sagradas”, a ver, regresemos a las fotografías presentadas por los empresarios locales de San Martín. En efecto había el uso de las telas no en prendas consideradas especiales dicho en otras palabras no habían meseras con huipiles sino con delantales, ahora bien esto para las organizaciones era ya una afrenta no solo porque ellas consideran que esta tela, que por cierto es de venta libre en cualquier mercado de toda Guatemala, las ofendía porque en sus palabras había una apropiación cultural y luego las folklorizaba.
Un poco de contexto es bueno en esta parte, la ciudad de Quetzaltenango a diferencia de la ciudad capital gran parte, no diremos que la mayoría, pero si sustancialmente está habitada por indígenas de diversas clases sociales, muchos de los cuales van a ese restaurante que no distingue los orígenes étnicos como cualquier otro en Guatemala, en fin, la clientela viste como las personas que las atienden es más, son vecinos porque estos trabajadores viven en dicha ciudad, por lo que no cabe el asumir que la empresa los folklorizaba porque no los estaba sacando de sus propio contexto cultural pero vayamos mas allá.
Muchas de estas organizaciones y voy a ser enfático en esto, fanáticas, apoyan anualmente la elección de la Umial Tinimit Re Xelajuj Noj mejor dicho de la señorita indígena en el marco de las celebraciones de la feria local que casualmente es el 15 de septiembre o sea la conmemoración de la Independencia de Centroamérica, dicho evento como todos los que se llevan a cabo en Guatemala (que son decenas) todos absolutamente todos folklorizan los trajes y lo indígena.
Hay que resaltar que el etnocentrismo ha hecho que estos certámenes además de lucir los trajes se conviertan en tribuna de discursos grandilocuentes llenos de victmismo y de apología del pasado milenario, pero al final es negocio.
Detrás de estas manifestaciones de repudio hay intereses, si que los hay, en principio el tema de la reafirmación del poder del etnicismo en la región, la que reclaman como la capital de lo “maya” en el occidente indígena pero por otro lado, influenciadas por corrientes revisionistas de lo étnico, pues desean reclamar derechos de autor, colectivo, de tales vestimentas. Con ello abrir la puerta para resarcimientos y demás que por cierto beneficiaría a estas organizaciones y sus dirigentes que, como es costumbre ya, se asumen representantes del “pueblo maya” de las “comunidades ancestrales” nada nuevo en ese tendencioso y manipuladora posición que solo se asemeja a la visión del político de turno.
¿Sabrán acaso esas comunidades lo mucho que estas intelectuales luchan por lo que ellas consideran sagrado? A saber, lo que si se sabe es que todas esas organizaciones viven de algo, de dinero y mucho de ese dinero sale de las arcas públicas y del discurso que ahora demostraron que es más vivo que antes.
Felicidades a las organizaciones indígenas que lograron doblegar al empresario (ironía por cierto).