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lunes, septiembre 1, 2025

Cesar Montes: el comandante no tiene quien le escriba

Julio Abdel Aziz Valdez

Las reacciones de parte del activismo eran de esperarse ante el anuncio de que Cesar Montes estaba siendo condenado a 175 años por la muerte de tres marinos del ejército de Guatemala, reacción contradictoria a primera vista porque de un tiempo para acá los militares acusados de corrupción, narcotráfico y hasta por crímenes cometidos durante el conflicto armado interno han desfilado por las cárceles y ex guerrilleros han gozado de impunidad, hasta ahora.

Pero veamos esto en perspectiva, el señor Macías (nombre real) es de los pocos personajes construidos durante la Guerra Fría, nunca renegó de la ideología que finalmente lo llevo a aceptar su disposición a matar a quien estuviese en su contra en primer lugar los militares, finalmente se puede asegurar que el si se convirtió en un militar de campo, paso años en entrenamiento y en el frente de guerra en Guatemala, El Salvador y en Nicaragua, por ultimo regresa a su natal Guatemala no sin antes pasar por México donde seguramente también da cátedra a quienes se lo hayan pedido.

Estando en Guatemala se convierte en gestor de tierras para su nueva y renovada militancia, algo como lo que había dejado en la década de los sesenta y setenta, personas que no lo cuestionaban y que recitan con él los slogans de batalla tal y como lo hizo hace 40 años, pero algo no es como hace tanto tiempo, la pobreza al parecer es la misma pero el área es ahora usada para producción, tránsito y trasiego de droga, un negocio que le ha significado mucho dinero a muchas personas en la región, el tema de la relación de los narcotraficantes y las bandas armadas con discursos de izquierda es poco estudiado en Guatemala, a lo mejor esto podría dar pie a inquietudes futuras.

Cesar Macías nunca se desmovilizó y es que cuando los procesos de paz se concretan el no formaba parte de URNG, diferencias políticas e ideológicas que incluso llegaron a amenazas de muerte entre camaradas, al menos así lo presenta en su obra autobiográfica, lo ubican fuera del grupo de los que aceptaron las condiciones que da la democracia para participar y, que en menos de diez años convirtieron a esta organización con miles de muertos en su haber en una expresión de la marginalidad política, por su parte Macías que al parecer sabía de esto apuesta por otras expresiones partidarias y al final también da un giro de retorno a sus orígenes, incapaz de aceptar que los tiempos cambiaron vuelve a empuñar las armas pero sin la energía que lo acompañó por años.

Su juicio a diferencia de los procesos por genocidio y de crímenes contra la humanidad, fue por un crimen común, y si bien es cierto su ideología motivo su accionar violento las condiciones históricas son completamente diferentes, tanto es así que para nadie es secreto que el señor lucraba cobrando a los campesinos por sus gestiones e incluso por brindar “seguridad” a empresarios locales.

Las reacciones de sus admiradores sostienen que él es víctima de persecución política por su trabajo “a favor de las comunidades” y por su pasado guerrillero, no es de extrañar que estos mismos sostienen que los militares apresados han recibido su merecido castigo, la concepción de justicia es: si es para mi enemigo si, para mi amigo y aliado es persecución, lógica que se utiliza para condenar a los operadores de justicia que tenía CICIG y que ahora se encuentran fugados, por cierto, Cesar Montes lo estuvo también. Tal concepción de justicia encierra a la vez una concepción política, la izquierda es por definición totalitaria y sus aspiraciones de impunidad en una democracia se ven reflejadas cuando se encumbran moralmente por sobre todos y sin menor vergüenza asumen que la justicia no es para ellos.

Cesar Montes no obtendrá la muerte en el campo de batalla, la del guerrero en el campo de batalla, a diferencia de todos los demás comandantes que actualmente envejecen en la comodidad de sus casas disfrutando de la defensa de sus herederos intelectuales, y de la rapiña llevada a cabo por años. Nada como llegar a la vejez sin pena y gloria, y durmiendo con la amnesia intelectual y la memoria selectiva del fanatismo de izquierda que se renueva cada día.

 

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