Los autoritarios son capaces de reinventarse cientos de veces. Del golpista Hugo Chávez -similar en cierta medida al Erdogan de Turquía-, pasando por los Castros y sus “aperturas” -que más bien se traducen en permanentes apreturas-, el desquiciado de Maduro, digno de una tesis doctoral siquiátrica, llegamos, más recientemente, al binomio Ortega-Murillo, la pareja presidencial y candidata perpetua a presidir el ejecutivo nicaragüense.
Todos han pretendido, interpretando y manoseando eso que denominan democracia, perpetuarse, colocar a su esposa, hijos, hermanos, allegados o amigotes en el poder de forma que la alternancia, como principio básico de cualquier democracia sea una ficción o peor, una aparente realidad.
Con el cuento de la lucha por los pobres, la dignidad nacional o cualquier otra pendejada, han silenciado a muchos que los creyeron al principio o fueron compañeros de lucha armada, otros que no se atreven a criticar absolutamente nada y dejan pasar los acontecimiento en la inteligencia que “alguien lo arreglará” y un grupo amplio que algún militante radical denominó “la izquierda rosada”. Fresita diría yo.
El caso es que la propuesta de binomio presidencial, para el proceso electoral venidero en Nicaragua, es callada por quienes dicen luchar por la democracia y los derechos humanos, lo que confirma esa sospecha del tufillo a izquierda corrupta que domina muchos de esos organismos, ONG,s y organizaciones diversas que “velan por el pueblo”. En otros palabras: les pela el tema porque son “los de su cuerda”, aunque Daniel Ortega sea, además, un violador denunciado por su víctima (la hija de su actual esposa) que no encontró eco entre los grupos que “el comandante Ortega” sedujo en su momento y que ahora defiende derechos de la mujer, paridad de género o están contra el feminicidio, mientras callan situaciones como la descrita.
Tampoco se ha escuchado una contundente denuncia de la ONU y sus adláteres, presentes en juicios en los que toman parte activa contra la “injustica” o de la OEA y sus funcionarios, especialmente tomando en cuenta la rápida y contundente reacción que tuvieron cuando aquel “golpe de estado a Zelaya”. De nuevo el silencio preocupante que deja claro que el realismo político, venga de quien venga, es una importante teoría y forma eficiente de actuar. Y es que los “golpes de derecha” son una cosa, y los “golpes de izquierda” otra muy distinta ¡Faltaría más!
Los demócratas -¡pero los de verdad, no esos de cuadernillo y sobrenombre!- deberían asimilar ciertas cosas para orillar esas practicas deleznables. La primera, que la inversión, el desarrollo y las empresas requieren de seguridad jurídica, previsibilidad y garantías que permitan realizar el necesario cálculo económico, y eso lo ofrece regímenes con plena democracia liberal, pero también, y lastimosamente, autoritarismos, aunque con esos haya que pactar y pagar la coima correspondiente como cuota de entrada. La segunda, que las elecciones por si mismas no son garantía de nada.
Las hay en Cuba, Nicaragua y Venezuela y en los tres países es una manipulación descarada, así que hay que trabajar la alternancia en el poder, la consolidación de partidos políticos y reflexionar sobre si el sistema político vigente es el adecuado o hay que promover un sustancial cambio. La última, aunque se podría escribir un libro, que los autoritarismos tienen un costo, en el medio y largo plazo, del que es muy difícil reponerse y requieren décadas después de que el dictador desaparezca.
En definitiva, silencio de los izquierdistas rosados (fresitas), de los defensores (y defensoras, como gustan llamarse) de los derechos humanos, de los organismos internacionales que “tanto” se preocupan -¡eso dicen al menos!- por la observancias de la justicia, la igualdad y la democracia y, lo peor, de todos de los ciudadanos honestos que dejan pasar la oportunidad de denunciar un deleznable hecho que pone en peligro -¡en pleno siglo XXI!- valores universales que costaron siglos en asentarse.
Parece que la hipocresía trasciende centurias y permite que “luchadores contra dictaduras de antaño” generen su propio sistema autoritario que es el reflejo en el espejo -aunque muy mejorado- de lo que quisieron destruir con su lucha violenta de clases ¡Apañados estamos!