19.3 C
Guatemala City
domingo, agosto 17, 2025

Las furias pasadas de algunos volcanes en Centroamérica  ―8ª. Parte―

[bsa_pro_ad_space id=5]

Por: J. Roberto Dardón L.

―Fe de Errata―

Antes de continuar con el relato sobre colosos eruptivos, debo corregir una errata que aparece en el primer párrafo del artículo publicado el 28 de septiembre pasado. Mencioné erróneamente que Dunlop había descendido del volcán de “Izalco” (del que escribiré al final de la presente), cuando en realidad lo hizo del volcán de Irazú (en Costa Rica). Por lo demás, ofrezco disculpas frente a mi equivocación.

 ―Continuación del artículo anterior―

Previamente describí el itinerario que el amigo Dunlop registró durante el trayecto entre el puerto de La Unión hasta las inmediaciones de la ciudad de San Miguel. Como muchas poblaciones previamente referidas, las anteriores cuentan con prominentes íconos volcánicos que, a la larga; no sólo reafirman la realidad física del país de nuestros hermanos guanacos sino que prácticamente de toda la geografía centroamericana.

Luego de aquel suceso, Dunlop salió bien temprano de San Miguel el 10 de octubre de 1846. Frente a sí, tuvo un recorrido de casi 52 leguas ―o 251 kilómetros― por toda la geografía salvadoreña, pues tocóle pasar por poblados tan diversos como Usulatang(sic), ―pensando en Usulután―; Atapetitan(sic) ―actual Tepetitán―; Cojutepeque; las poblaciones del entonces apacible e idílico valle de las Hamacas, ―lo que hoy ocupa el Área Metropolitana de San Salvador―, hasta finalmente llegar a la región de Sonsonate, a casi dos jornadas de la frontera con el Estado de Guatemala.

Durante su trayecto, ―como ya es habitual en este libro de viajes―, hizo varias referencias de carácter sociológico, político, económico y ecológico que, enmarcadas dentro de un todo; nos retratan que la belleza y exuberancia natural de aquellos tiempos previos a nuestros bisabuelos, contrastaba en forma dramática con los efectos sociales que tenían las pasiones ideológicas y, por ende, las decisiones políticas.

Aquellas elites “proto-republicanas”, desconocían el pragmatismo de los consensos pues, entre el “estira y encoje” de “quien tiene la razón” frente a los adversarios políticos; terminaban empobreciéndose no sólo a ellos mismos, con lo estéril de sus resultados, sino que también arrastraban a todos los habitantes de estos infelices países a un sinfín de calamidades.

Es de notar que, con todo y la frialdad en la palabra impresa, Dunlop proyecta cierta decepción frente a lo que ve como “cortedad de miras”, ―por decir menos―, ante el desconocimiento y/o indiferencia absoluta; por parte de aquellas castas gobernantes sobre cómo aprovechar al máximo, las hartas ventajas comparativas de estos territorios istmeños.

 El viajero escocés sabía que pisaba un terreno rico en recursos naturales, suficientes para así reanudar toda clase de actividades productivas, comerciales y de servicios; que permitieran a sus habitantes crear la tan ansiada riqueza material de las naciones emergentes. De más está suponer que, mi tocayo Dunlop conoció la obra de aquel clérigo tan sabio y preclaro en la acción humana:  Adam Smith; quien, por cierto, fue compatriota suyo.

En la lectura, se hace entrever que los factores mínimos pero indispensables para emprender cualquier clase de proyectos generadores de progreso material, con obvio ánimo de lucro, ―tal y como hombres como Dunlop y demás extranjeros esperaban―; eran que la paz y el orden fueran finalmente reestablecidos por regímenes políticos responsables. Sin embargo, a lo largo de la obra, puede constatarse que aquel anhelo implícito del narrador, no se cumplió ni en sus años de vida ni durante mucho tiempo en lo sucesivo.

Uno de estos extranjeros, que sin lugar a duda llegó a estas tierras buscando lo que podríamos denominar como “el sueño centroamericano”, fue un agricultor aquí llamado simplemente “Doctor Driven”. Aquel oscuro personaje era originario de Santa Lucía, ―isla enclavada en las Antillas menores―, cuya población, aunque francófona, dependía políticamente de la Monarquía Británica.  Con este esbozo, cédole de nuevo la batuta narrativa a mi tocayo Dunlop.

 ―El abrasador volcán de Isolco(sic)[ó sea de Izalco]―

“Gracias al amable auxilio del Dr. Drivon, a quien le debo habernos conseguido una pareja de buenas mulas, así como un encargado de atender a las bestias que traje desde la Union(sic), reanudé mi viaje a las 7 ante meridiem del día 17 de diciembre de 1845.”

“Viajaba con un nuevo sirviente, pues el otro que traje conmigo, inició su viaje de regreso hacia el puerto de Acajoutla(sic), del cual es originario. Esto ocurrió en el momento en que llegamos, sin darme tan siquiera cuenta alguna del caso. He de decir que, tales hechos, no son raros entre la servidumbre de cualquier parte de la América española.”

“Al ascender por una montaña escarpada, pasamos por ciertos pueblos ―enclavados en el Occidente salvadoreño―tales como Nahuisalco(sic), Salcuatitan(sic) y Apaneca; ubicados a distancias de tres, cuatro y seis leguas ―o sea 14.5, 19.3 y 29 kilómetros― respectivamente.”

“El último pueblo nombrado, estaba situado sobre la cima de una crestería montañosa que, ―por cierto, es muy frío―. Nos detuvimos a desayunar, teniendo en el camino una hermosa vista del volcán de Isolco(sic), que se mantiene siempre activo. Este volcán se elevó sobre la llanura hace setenta y siete años, y desde entonces ha seguido aumentando su tamaño.”

“Se mantiene ardiendo todo el tiempo, pero no causa daño alguno a la campiña circunvecina. Antes del año de 1769, existió una magnífica finca ganadera en el sitio que hoy ocupa el volcán. A finales del año anterior, el vecindario de aquellos parajes fue alertado por temblores frecuentes y el ruido de retumbos bajo el suelo.”

Con el paso de los días, estos se hicieron más violentos hasta el 23 de febrero, cuando de repente; el suelo se abrió más o menos a una media milla; ―o poco más de 800 metros―, de la casa patronal de aquella asienda(sic), vomitando fogonazos y humareda.”

“Los residentes de aquella propiedad huyeron despavoridos, abandonando todo lo que poseían; pero los arrieros de ganado, que necesariamente visitaban las inmediaciones, informaron que las llamas y el humo aumentaban a diario. En poco tiempo aquel fenómeno devoró los edificios de la finca, cuyo sitio ahora está ocupado por una parte del cráter. Este volcán, junto al Jorollo(sic) en México, son los únicos que se han originado desde el descubrimiento de América.”

A diferencia de todos los demás volcanes, podría decirse que se encuentra en constante estado eruptivo, no sólo expulsando llamaradas y gases, como las montañas de Pacaya y de la vieja Guatemala(sic). También expulsa grandes cantidades de piedras, escoria y ceniza. Sus explosiones son regulares, ocurriendo exactamente cada dieciséis minutos tres segundos.”

“Cuando llegamos cerca del cono, ―en el acenso a Salcuatitan(sic)―, escuché fuertes explosiones, cual descarga de un parque de artillería. Inmediatamente después vi una nube densa elevándose gradualmente sobre la montaña. El ascenso traspasó el rumbo de los vientos, y varias piedras fueron vistas cayendo y rodando en sus laderas.”

“Viéndolo de noche, como lo hago frecuentemente desde Sonsonate, la explosión es seguida por un resplandor rojo del volcán, cual si fuera el horno de un herrero; y las piedras pueden verse elevándose a una gran altura y en forma incandescente. No obstante, la mayor cantidad de estas regresa al cráter, pero una parte de ellas cae, como ya lo comenté antes, rodando por los lados de aquella montaña.”

“Entre las explosiones, el monte se muestra perfectamente quieto sin emitir fumarolas o llamas. El período entre explosiones se dice ser exactamente regular, pero en algunos casos, estas son mucho más violentas que otras. Al presente estas se escuchan ligeramente en Sonsonate, que está a tres leguas de distancia desde el volcán y en algunas ocasiones no se escuchan; mientras que otras se sienten regularmente, como sí se tratara de una descarga de cañón grande a muy corta distancia.”

“El volcán ha logrado llegar hasta a una altura de al menos 700 u 800 pies, ―entre 213 a casi 244 metros―, desde las faldas hasta la cima, y su altura está constantemente incrementándose. Pero incluso sí sus erupciones continúan sin interrupción ―lo que parece improbable, dada la analogía con otros volcanes―, se necesitarán muchas edades antes de que pueda alcanzar la altura del volcán de San Miguel, o los de la Antigua Guatemala.”

Es de hacer notar que, para el presente año de 2018 dicho volcán ya cuenta con una altura de 1950 metros sobre el nivel del mar.

Nunca expulsó ninguna lava, pero cuando el viento sopla desde allí hacia Sonsonate, se dice que dispersa un polvo muy fino; que cuando se inhala en los pulmones, ocasiona lesiones graves en muchas personas. Al remover los tejados de las casas, un depósito del polvo se ha descubierto por debajo de los mismos, con algunas pulgadas de espesor.”

“Como esta montaña es un fenómeno tan interesante, puedo mencionar que mi fuente de información sobre su origen procede de Don Manuel Zapata, un nativo de Sonsonate. Es este un hombre con el mejor carácter y con pleno derecho al crédito sobre la materia, puesto que tenía diez años cuando la montaña comenzó su formación.”

(Continuará)

 

 

[bsa_pro_ad_space id=5]

Suscríbete a Nuestro Boletín

¡No te pierdas las noticias más relevantes y contenido exclusivo! 📲

Últimas Noticias

[bsa_pro_ad_space id=11]

[bsa_pro_ad_space id=9]

Noticias Recomendadas

[bsa_pro_ad_space id=5]