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domingo, febrero 16, 2025

Francia: “mi salud me pertenece”

El doctor Carlos Sabino, sociólogo, escritor e historiador; el abogado Giovanni Fratti y Crista Salazar, joven activista, coinciden en apoyar las multitudinarias manifestaciones que se registran en países europeos, especialmente Francia, donde el mandatario Emmanuel Macron anunció un proyecto de ley que condena al ostracismo social a todo aquel que ose negarse a la vacunación.

Roxana Orantes Córdova

Durante el fin de semana se conoció que el Senado francés podría aprobar el jueves un proyecto de restricciones a la libertad individual que según Sabino, no se vio ni en las peores dictaduras totalitarias, fueran fascistas o comunistas.

Para Crista Salazar, si los ciudadanos de cualquier país acatan estas restricciones, caerán en una trampa muy peligrosa, porque posteriormente, podrían ser sometidos a nuevos medicamentos, con el argumento de que el primero (la vacuna contra el COVID-19), no funcionó, mientras Fratti señala que obligar a vacunarse transgrede por lo menos cuatro tratados internacionales.

El anuncio de la represión estatal contra quienes se nieguen a inocularse un medicamento experimental ha motivado protestas no solo en Francia. Grecia y otros países también reportan inconformidad con lo que podría ser un totalitarismo emergente basado en el terror a una pandemia que, según Sabino, ha sido letal para un porcentaje muy pequeño de la población mundial.

La negativa a vacunarse no solamente parte de quienes son denominados «antivacunas». Muchas personas pretenden negarse a ser inoculados por un medicamento que a la fecha es experimental y que además, obliga a naciones e individuos a eximir de cualquier responsabilidad a las empresas farmacéuticas.

Al parecer, no se trata de una batalla entre ignorantes terraplanistas y ciudadanos informados, responsables y cívicos, sino es la confrontación entre la alianza entre el Estado y los productores de vacunas, auspiciados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y quienes asumen su salud como un problema individual y privado.

En una época en que se respetan las auto percepciones de género y se busca llevar la corrección política hasta límites de absurdo, resulta incongruente que se castigue con el ostracismo y el desempleo a quienes pretenden ejercer la libertad de elegir si se someten o no a un tratamiento experimental con el argumento de contener la mortalidad en una pandemia que ha cobrado poco más de cuatro millones de vidas en el mundo, de los 184.8 millones de contagiados que consigna la página de la OMS.

Entre los carteles que se observan en fotografías de prensa internacional, resaltan uno que afirma: «Mi salud me pertenece» y otro donde se indica «Vacunados y anti vacunas unidos contra el pase».

«No podemos ceder»: Crista Salazar

Según opina Crista Salazar:

«Pienso que el individuo tiene libertad y este ejercicio no debe tener consecuencias. No pueden decirnos que la vacuna está sobre la Constitución y privarnos de los derechos individuales más elementales. Tampoco pueden obligarnos a aceptar que la OMS rige sobre los países. La vacunación es voluntaria y eso no debe cambiar.

Considero que la declaración de Emmanuel Macron es totalitaria y es muy respetable la decisión de los ciudadanos franceses de luchar por la libertad. ¿Qué pasará después, si logran imponer la vacuna? ¿les dirán que no funcionó y deben inyectarse otra?.

Mi posición se basa en la defensa de la libertad, precisamente, la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos, no contra las vacunas. La llamada vacuna contra el COViD-19 necesita estudios más extensos para saber, por ejemplo, si una mujer puede quedar estéril luego de ser inoculada con el medicamento. O si hay casos de trombosis fulminante y síndromes como el de Guillain Barré en personas que se inyectaron.

Los gobiernos parecen inclinados a forzar la voluntad de las personas para que se inyecten. En Guatemala ya estamos viendo casos de maestros presionados a vacunarse, aunque las libertades consignadas en la Constitución Política de la República estén por encima de cualquier tratado o convenio internacional».

«No podemos ceder nuestros derechos fundamentales», afirma.

«No lo hicieron Mao, Stalin ni Hitler», comenta Sabino

Carlos Sabino está seguro de que no se inoculará la vacuna contra el coronavirus por ningún motivo. «Tengo varios factores de riesgo. Por ejemplo, soy fumador y ya no soy joven. Pero no me pienso inyectar una sustancia que se está probando. Por ejemplo, una señora con graves alergias puede poner en riesgo su vida si se vacuna. Y esta vacuna no está suficientemente probada, no sabemos las consecuencias que puede tener.

La obligatoriedad de la vacuna que impediría a los no vacunados ir a tomar un café, por ejemplo, viola los derechos humanos más elementales. No lo hizo Mao Tsé Tung, ni Hitler, ni Stalin.

Han gestionado la pandemia como locos. Están locos. Los cierres no evitaron la cantidad de muertes, solo prolongaron el tiempo y murieron en dos años los que hubieran muerto en tres meses, con consecuencias negativas en la economía. Nuevamente, las bolsas están bajando.

El pretexto es esta enfermedad, pero ningún gobierno tiene derecho a jugar con la libertad de las personas. O paramos esto, o vamos a terminar queriendo un régimen comunista, porque si permitimos este tipo de medidas, seguramente nos irá peor que en esas dictaduras. Por suerte, están protestando Grecia, Australia e Inglaterra».

Fratti: «Macron viola la Constitución francesa y el tratado de la UE»

El abogado y columnista Giovanni Fratti señala: «El mandatario francés parece olvidar que no puede castigar a quien no se vacune ni obligar a nadie a vacunarse. Su declaración y la ley que promueve, violan por lo menos cuatro tratados internacionales, para empezar, el Artículo Primero del Juicio de Nuremberg.

Los nazis hacían experimentos con los prisioneros, especialmente judíos, y esto dio origen a dicho juicio, donde se reguló que no se puede obligar a nadie a someterse a ningún procedimiento médico. La pretensión de Macron también viola el Código de Bioética y tratados de la Unión Europea al respecto».

Además, Fratti menciona que en Guatemala se están transgrediendo normativas que garantizan la privacidad de la ciudadanía. El Estado, instituciones o empresas, no tienen ningún derecho a tener acceso a los expedientes médicos de las personas, por lo que no debe haber solicitudes al respecto. «Estamos viviendo una locura», señala.

¿Izquierdas y derechas a favor de una sociedad distópica?

El proyecto de Macron pretende que, quienes no se vacunen “no podrán ir a restaurantes, cafés y subirse a aviones o trenes (a partir de agosto), cines y museos (21 de julio).

Además, los no vacunados deberán presentar pruebas de COVID-19 negativas que costarán entre 29 euros (antígeno) y 49 (PCR). Hasta ahora, dichas pruebas eran gratuitas en ese país. Además, anunció que la vacuna será obligatoria para personal médico y quienes trabajan con “personas frágiles”.

A partir del 15 de septiembre, el personal médico no vacunado deberá abandonar su trabajo. Según Macron:

“No podemos hacer que quienes tienen el sentido cívico de vacunarse carguen con los inconvenientes. Las restricciones pesarán sobre otros, aquellos que por razones incomprensibles en el país de Louis Pasteur, la ciencia y la ilustración, todavía dudan en utilizar la única arma disponible contra la pandemia, la vacuna”.

Al parecer, las restricciones a la libertad individual son bien recibidas por los políticos que tienen la responsabilidad de aprobar o improbar el «pasaporte o pase» para los vacunados, lo que podría augurar que el mundo «civilizado» se encamine hacia una sociedad distópica, al estilo de la novela 1984, donde el Estado tiene potestad para decidir hasta en el reducto más importante de la libertad individual: el cuerpo. Un cable de la agencia DPA informaba el fin de semana:

«El proyecto de ley se debatirá el martes en la Asamblea Nacional y el Senado lo tratará previsiblemente el jueves con todos los visos de superar el trámite, ya que cuenta con el apoyo de conservadores, centristas y socialistas. La Francia Insumisa (izquierda) y Agrupación Nacional (extrema derecha)».

 

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