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América Latina ha vivido un mes centrada en el Mundial de fútbol en Brasil.

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Madrid, 13 de julio de 2014. El Mundial de fútbol copó de manera abusiva la actualidad en América latina desde el 12 de junio hasta la disputa de la final. La política y la economía pasaron a un segundo plano en la práctica totalidad de los países.

Además, como en líneas generales los países latinoamericanos hicieron un buen papel (salvo Ecuador y Honduras que cayeron en la fase de grupos) la emoción y el vivir de lo hecho por cada selección se ha prolongado en el tiempo (con recibimientos triunfales y homenajes incluidos).

Los presidentes han tratado de hacer pedagogía política trasladando los éxitos de las selecciones a la realidad nacional y la necesidad de la unidad para encarar los problemas internos. Además, no han dudado en subirse al carro de los vencedores para cosechar algún fruto.

Dos gigantes en problemas, Brasil y Argentina

En Brasil y Argentina el Mundial de fútbol ha tenido consecuencias especiales. En lo que a Argentina se refiere, ha tapado, al menor en parte, un escándalo (el caso Boudou) y un grave problema financiero (el casso de los fondos buitre).

La gran apuesta de Dilma ha sido celebrar un buen Mundial

Como señala el diario La Nación el fin del Mundial va a traer la casi segura salida de Boudou y el inicio de la precampaña para las presidenciales.

“Apenas caiga el telón del Mundial de Brasil -dice el diario porteño- y se esfume la euforia futbolera, arrancará otro partido. Después de un standby forzado por la atención pública clavada en el evento deportivo y ya entrada la segunda mitad del año, la mayoría de los presidenciables redefine su estrategia y pisa el acelerador camino a 2015″.

En Brasil provocó que desaparecieran las protestas e incluso aumentó la popularidad del gobierno aunque luego el colapso futbolístico en semifinales ante Alemania (7-1) y ante Holanda (3-0) por el tercer puesto colocó un manto de pesimismo sobre el país.

Brazil's President Rousseff poses with FIFA President Blatter after delivering a statement at the FIFA headquarters in Zurich

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, desvinculó la derrota sufrida por la selección de su país en el Mundial de las elecciones de octubre próximo, en las que aspira a un nuevo mandato, y aseguró que lo que ocurre en el fútbol se queda en el campo: “Brasil es un país muy maduro. Lo que pasa en el campo se queda en el campo. En Brasil hay una tradición: El fútbol y la política no se mezclan”.

El Mundial ha sido un fracaso futbolístico pero un éxito organizativo y de eso saca pecho el ejecutivo en boca de su presidenta: “Me acuerdo de la cara de ustedes cuando yo les dije que el Mundial sería un suceso. No me creían, me miraban con desconfianza, como si se dijeran para ustedes mismos, ‘habla así porque es la presidenta. Pero ningún pronóstico negativo se ha cumplido”.

Dos revelaciones, Colombia y Costa Rica

Colombia y Costa Rica, ambas eliminadas en cuartos, han sido las dos grandes revelaciones del torneo han vivido lo conseguido por sus respectivas selecciones como una heroicidad. Y en ambos casos también se ha visto lo logrado por sus combinados nacionales como un punto de partida para tratar de conseguir objetivos internos.

La Selección ha unido a Colombia como nunca antes Colombia, partida y polarizada tras una campaña electoral dura en extremo, ha superado durante unos días la división uniéndose en torno a su selección.

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Una grieta profunda que contrasta con la unanimidad en torno al equipo de José Pekerman.

Para Santos la selección colombiana “es en este momento símbolo de la unidad nacional, todo el país los está apoyando, esa unidad nacional es la que necesitamos en todos los frentes. Tienen a 47 millones de colombianos apoyando a esta selección, tenemos mucha fe que le va a ir muy bien, tenemos una gran selección, y aquí estamos para darle todo el entusiasmo y todo el apoyo”.

Luis Guillermo Solís: “Ustedes son los héroes de Costa Rica. En cada partido, en cada momento, en cada minuto, dejaron el corazón por Costa Rica. Eso el país lo reconoce. Si todo es posible, como ustedes nos enseñaron, es posible para Costa Rica alcanzar metas más altas y llegar más lejos”.

Costa Rica vivió durante tres semanas un bello sueño. Con un bloque sólido y muy ordenado al mando de Jorge Luis Pinto y con individualidades como la de Byron Campbell fue dejando en la cuneta a gigantes del fútbol mundial como Italia, Inglaterra o Grecia. Luego chocó con Holanda que solo pudo batir a los centroamericanos en la tanda de penaltis.

Consciente del momento decisivo que vive Costa Rica, su presidente Luis Guillermo Solís, que celebró cada momento del mundial lanzándose como cientos de ticos a las calles, dejó un mensaje muy claro: “Ustedes son los héroes de Costa Rica. En cada partido, en cada momento, en cada minuto, dejaron el corazón por Costa Rica. Eso el país lo reconoce. Si todo es posible, como ustedes nos enseñaron, es posible para Costa Rica alcanzar metas más altas y llegar más lejos”.

Costa Rica olvidó durante esos meses que vive un momento delicado, de cambio de gobierno y quizá de cambio de modelo. Una transición que no va a ser fácil y que incluso puede quedar abortada.

Quizá por eso, uno de los analistas más importantes del pañis, Jorge Vargas Cullell, se preguntaba en el diario La Nación, hace uno días si “cuando aterricemos, en algún momento, de ese bello sueño que fue el Mundial de Fútbol 2014, nos encontraremos desnudos frente a la Costa Rica que somos. La de los problemas, los desafíos e incertidumbres. Y, entonces, resurgirá la inevitable pregunta: pero ¿qué somos en verdad, el país de la decadencia o el de la promesa? Cuando uno rasca la historia reciente, no queda más que reconocer que, en los últimos años, nuestros estados colectivos de ánimo han pasado, según el momento, del optimismo al pesimismo”.

 

Uruguay, un David siempre contra Goliaths

Uruguay, que llegó hasta octavos donde fue eliminada por Colombia, ha vivido el Mundial como una fuente para alimentar su propio mito nacional. Un mito que dibuja a un pequeño país siempre enfrentado a gigantes, una especie de Don Quijote moderno que en ocasiones (el Mundial de 1950 y el famoso “Maracanazo”) triunfa sobre aquello que son inmensamente superiores.

Así la dura sanción a Luis Suárez por morder a un rival fue tomado por Uruguay y su presidente como una afrenta nacional.

De nuevo “el paisito” era atacado por los poderosos. Si en 1816 sufrió la invasión portuguesa, en 1842 la de Argentina y en 1865 otra vez la brasileña, en 2014 el enemigo era la FIFA.

“La idea de ser un país pequeño en un mundo hostil dominado por poderosos nos perturba en muchos sentidos, sobre todo cuando tenemos una autoestima elevada de nuestro desempeño”, dijo el politólogo Daniel Chasquetti profesor del Instituto de Ciencia Política.

“Es algo que está en nuestro ADN como nación y tiene que ver con el periplo de Artigas. No tenemos un espíritu imperial como pueden tener otras grandes naciones, ni el deseo de ser tomados en cuenta como les sucede a los países sumergidos”, añadió.

El presidente uruguayo José Mujica fue el encargado de recordar que en la sanción a Luis Suárez estaba contenida toda la historia del país: “Los de la FIFA son una manga de hijos de puta. Podían haberle sancionado, pero no ponerle una sanción fascista. Fue una monstruosa agresión y no sólo a un hombre, sino a un país. Esto quedará en la peor memoria de la historia del fútbol. Será una vergüenza eterna”.

En cuanto a México y Chile los dos se despidieron pronto, en octavos, pero vivieron con emoción lo conseguido y tanto Enrique Peña Nieto como Michelle Bachelet vivieron como verdaderos aficionados la marcha de sus selecciones. Tan aficionados que Peña Nieto no dudó en decir públicamente que el penalti que pitaron a México en el encuentro contra Holanda y que a la postre les eliminó, no lo era.

Durante un discurso en la toma de protesta del Consejo Directivo de la Concanaco Servytur, Enrique Peña Nieto, hizo una pequeña pausa para referirse a la eliminación de la selección: “No puedo dejar de decir, lo que no podía faltar es solo recordar no fue penal”.

De todas formas lo que el Mundial dejó en América latina, por más significativo que haya sido no deja de ser algo volátil y con efectos políticos perecederos a medio plazo.

Por: Rogelio Núñez

Fuente: Infolatam

 

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