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lunes, marzo 27, 2023

Virginia Laparra y el peso del activismo periodístico

Julio Abdel Aziz Valdez

¿Saben? Siempre me decanté por afirmar que en Guatemala había periodistas y periodistas activistas, estos segundos me parecían que eran esos profesionales que con su trabajo eran mas cercanos a determinadas causas y personas que consideraban ser adalides de la justicia o mejor dicho de su sesgo ideológico de izquierda, lo errado de mi apreciación hasta ahora es que consideré que en principio eran periodistas.

Ahora creo que lo que hay en Guatemala son activistas per se, intelectuales que manejan un discurso coherente con su sesgo y para obtener las ventajas de la impunidad se autodefinen como periodistas, pero lejos están de serlo, por lo menos a nivel profesional. Es más, si hay algo que nos mostró el caso Zamora es que el manto del periodista intenta ser usado por un empresario que aun no logra dilucidar las acusaciones penales en su contra, pero intenta salir de este entuerto con dicho manto, que no es más que otro manto más de impunidad.

Pero veamos el caso Laparra, no cabe la menor duda que las acusaciones en su contra tienen fundamento probatorio, y ello está llevando a condenas tal y como lo establece la ley, ni mas ni menos. Claro, siendo la CICIG un ente que mas que investigación criminalista y penal se dedico a hacer política, sus herederos consideraran que todo lo que les atañe es político y no es cierto.

Frente a ello dichos activistas, devenidos como periodistas, asumen la defensa a ultranza de quien ostento poder, así es, no se trata una sindicalista, líder comunitaria, o una mujer maltratada, sino de alguien que en su calidad de funcionaria ejerció un poder a discrecionalidad. Debo imaginar aquellas alegres reuniones de equipo donde participó y elaboraba listas de los que habría que ser investigados, procesados o acusados, pero eso no tendría problema si no fuera por el hecho de que la institución a la que servía era un ente político, no técnico.

Y claro, como parte de ese andamiaje político, la institución se hizo de una red de propagandistas, nuevamente, devenidos con el sustantivo colectivo de periodistas, que no podían ser sujetos de procesos legales con toda y la manipulación de la opinión pública, ellos se dan a la tarea, cada vez más complicada, de limpiar el nombre de los ahora procesados por las ilegalidades cometidas.

En este punto es necesario enfatizar, que el ejercicio de la prensa libre en toda democracia es vital, porque coadyuba a que la ciudadanía se involucre y participe en limitar el poder del Estado, dicho esto, lo que el activismo hace no es periodismo, es simplemente propaganda con el amparo de medios de comunicación que intentan imponer narrativas y moldear la opinión de tal forma que convenga a sus propósitos, es necesario que tengamos eso presente antes de leerlos, verlos u oírlos.

En este contexto hay hechos y motivaciones, y para que podamos generar opinión madura es necesario tener en consideración todos los aspectos de esa realidad, eso no se obtiene de esas voces que han sido encumbradas como la voz autorizada, que regularmente es la que definen en las embajadas europeas y norteamericana.

Lo que pasó a Laparra no es venganza, es la consecuencia de sus propios actos, el resultado de la prepotencia de alguien, que como es de costumbre, estando en el poder consideró que este sería eterno, no quisiera decir que es karma porque este tipo de interpretaciones son demasiados subjetivas, es mas demuestra fehacientemente los excesos de la CICIG, el daño que hizo al sistema de justicia mas que el aporte en expertice técnica. Y, sobre todo, demostró lo bajo que pueden caer quienes viven del amarillismo, los activistas de la red y empresarios de la opinión.

 

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