Mario Mérida. Escritor, comunicador y docente universitario
Han transcurrido más de tres quinquenios desde que publiqué el artículo “EN LA POLITICA LA LINEA MAS CORTA ENTRE DOS PUNTOS ES LA CURVA (08/03/2005), máxima atribuida presidente mexicano Adolfo Ruiz Cortínez (1952/1958) citada por el licenciado Gustavo Porras durante su intervención en el ciclo de conferencias “EMPRESARIADO, POLÍTICA Y ESTADO” patrocinadas por el Instituto Holandés para la democracia, que sintetiza la complejidad del quehacer de la política particularmente, cuando quienes pretenden dirigir los destino de una país no se han preparado para su ejercicio. Esta circunstancia se observa nuevamente, si bien ahora en un contexto más complejo por el descrédito de la política acumulado desde el retorno al orden constitucional (1986).
Recordar la asistencia y lo aprendido en esta actividad política es invalorable, como todo lo académico, hoy despreciado por la mayoría de los políticos emergentes y más de alguno atrapado en el periodo jurásico.
Entre los conferencistas estuvieron Vinicio Cerezo, Richard Aitkenhead, Luis Flores Asturias y Armando Calderón Sol (El Salvador), que abundaron en testimonios personales de su paso por la administración pública. Entre, tanto otros expositores, como Rubén Zamora (El Salvador), Gert Rosenthal, Adrián Zapata (Guatemala), J.L. Van den Akker y Roel Von Meijenfeldt (Holanda); compartieron sus observaciones del ejercicio de la política y la gestión pública desde diferentes ángulos.
La situación actual del país me recordó el comentario del licenciado Rosenthal, quién inició su intervención haciendo referencia a “…las divisiones de carácter étnico, religiosas, regionales, de clase, de ingreso y de acceso a oportunidades existentes”. A esto agregué lo referente “… encasillamiento ideológico, que obstaculiza el debate acerca de la realidad nacional” Uno de los temas que dan nombre al presente artículo.
El aporte de Rosenthal fue esperanzador. Él creyó en ese momento, que: “… si los actores implicados (incluyendo el empresariado), asumían el desafió de adaptarse a las nuevas circunstancias impuestas por la globalización y los contenidos de los Acuerdos de Paz, ello podría propiciar la oportunidad para reducir la conflictividad existente y generar una mayor coincidencia de posiciones para terminar de definir un proyecto de Nación. Y concluyó, que la coyuntura de ese momento ofrecía: “una excepcional oportunidad para profundizar el debate nacional en torno a los grandes temas que la sociedad en su conjunto debe abordar… Es de esperar que, a pesar de las fuertes divisiones que persisten en nuestro país, se logre aprovechar esa oportunidad”
La situación por la que transita nuestro país en este momento tiene otros ingredientes sociales y políticos, que la hacen más compleja. Entre estos, el constante debilitamiento del Tribunal Supremo Electoral, institución vital para legalizar y legitimar el proceso electoral, ahora cuestionado por errores del sistema informático calificado de retroceso por los fiscales del Movimiento Semilla: «Ni siquiera podemos registrar las asambleas municipales y el descargar los formularios de inscripción no es con la agilidad esperada», manifestaron otros fiscales, quienes se mostraron resignados de aprobarse volver al registro a mano con tal de inscribir a sus candidatos” (Despierta con República).
Pasamos de las aceptadas discrepancias acerca de la realidad del país y la mejor forma de intervención para resolverla, a situaciones donde los contendientes no se enfrentan en las tarimas, sino emplean la justicia para sacar a los opositores de la contienda y la vigencia de conflictos ancestrales – Santa María Ixtlahuacán y Nahualá-, donde las muerte las muertes inocentes que ocasiona son vistas con indiferencia por las autoridades gubernamentales y ancestrales, Además, el retorno de actores políticos indeseables, aunque con derecho a buscar una curul en el Congreso y con ellos los esposos (as), hijos, cuñados, nietos, yernos, nueras etcétera de ex actores políticos y por último, la demagógica promoción de la pena de muerte en búsqueda de réditos políticos.
Quizá es momento de apostar por una propuesta liberal-social, como en su momento lo percibió Carlos Salinas de Gortari (El Liberalismo social. 1992*), basado en un “Estado promotor que aliente la iniciativa, pero con la capacidad de regular con firmeza las actividades económicas y evitar así, que los pocos abusen de los muchos”. Asimismo, un “Estado, que oriente la atención a y recursos hacia la satisfacción de las necesidades básicas de la población, respetuoso de los derechos laborales, de la autonomía de los sindicatos y protector del medio ambiente”.
Es evidente que ni el liberalismo, ni el socialismo han encontrado la forma de converger en un sincretismo socio liberal, que tenga a la persona humana realmente como el centro de su concepción ideológica, es decir más allá del conjunto de creencias y doctrinas que respaldan la institucionalidad de la organización. Para ello hay que realizar un encuentro con la filosofía, para comprender realmente el rol de las ideologías en la conducción política.
Según Rene Villareal, otro exponente del Liberalismo social, éste constituirá un sistema económico con un nuevo papel del Estado y del mercado, que remonta el falso dilema entre el laisser-faire y el intervencionismo estatal, y que reconoce que en la congruencia y la compatibilidad entre mercado y Estado, está la garantía para un desarrollo sustentable, económica, social y ecológicamente.
Las preguntas, por resolver podrían ser entre otras: ¿Estarán los políticos dispuestos a un encuentro con los sectores de poder?, ¿Entenderán las élites que la pasividad precipita su final? Y finalmente ¿Saldrá la academia y otros actores determinantes a desempeñar su rol?… o simplemente hay que esperar el caos, para cambiar de raíz por cualquier vía el presente y plantear el futuro, como se está intentando por otras naciones.