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lunes, marzo 27, 2023

El partido político, columna de la democracia

Mario Mérida. Escritor, comunicador y docente universitario

Antecedentes

En nuestro país es complejo iniciar cualquier tipo de asociación, gremio, centro de investigación, club de lectores, comités, partidos políticos, etcétera, ni siquiera para contribuir con la seguridad ciudadana, como la plantea el modelo que en la actualidad se impulsa; mucho menos para organizar un partido político, como lo concibe la ciencia política.

El estatus reconocido a los partidos de columnas de la democracia, pareciera alto, pero en realidad no lo es; aunque en la práctica nunca lo han sido, ni lo serán; mientras quienes participen en política no se adapten a las exigencias legales y sociales del presente siglo, que principian por admitir que la actividad política es una relación política social de carácter permanente y no solamente previo a los procesos electorales.

Según López M (1983, p 3) el origen de los partidos inicia con los escritos de David Hume (1760), Alexis de Tocqueville (1835 – 1840) y Lord Bryce (1894), quién en su obra LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN LOS ESTADOS UNIDOS, reconoce que en “América las grandes energías motrices son los partidos. El gobierno puede menos que en Europa; los partidos pueden más” (Teoría General y Régimen Legal).

En la Constitución de Bayona (1808) se hace mención del partido y diputado, pero es la Constitución de Cádiz (1812), la que desarrolla la integración de las Cortes o Juntas de la Nación, compuesta por 172 diputados en representación del clero, la nobleza y el pueblo. Los nombramientos para las Cortes eran realizados por juntas electorales de parroquia, partido y provincia (Art. 34).  Haeussler (1983), resalta el rol de los partidos Liberal y Conservador (1812-1821), como referentes del periodo post Constitución de Cádiz (Diccionario General de Guatemala).

La dirigencia

Un buen dirigente político debe conocer la historia política guatemalteca, para plantear una visión de país, que se pretende alcanzar aunque esto parezca ingenuo, como también lo es preguntar:

¿Conocerán algo de este relato los dirigentes de los 29 partidos, que pretenden participar en las elecciones del 2024?… creo que nada o quizás poquísimo. La percepción de muchos guatemaltecos, es que quienes forman partidos políticos, lo hacen con la finalidad de beneficiarse económicamente. Si no, logran ganar las elecciones, no importa, tendrán un buen número de diputados para negociar con el triunfador y, algunos acaldes para colocar a parientes y amigos.

El rol de la oposición, es entre otras tareas auditar la administración, aportar a la gobernanza, construir democracia, ya que esta no se erige por arte de magia, necesita la participación de hombres y mujeres de temple sin distención de ningún tipo, capaces de entrar a la arena política sin pensar en los beneficios pecuniarios, sino con el compromiso de servir; condiciones indispensables en el momento actual y, para ello hay que hacerlo desde un partido político u organización cívica, porque, según Linares, J “…en ello radica su justificación fáctica” (Cit. López M). Es decir, la democracia

Dirigir un partido, tiene las mismas complejidades que demanda constituir y dirigir una familia responsablemente. El partido es tan importante para la gobernanza, que la Constitución le asigna financiamiento (Art. 17. CPRG) y ley de Orden Público y Estados de Excepción, garantiza su funcionamiento, al igual que los organismos de Estado (Art. 139).

La “nueva” dirigencia, que pretende participar en estas elecciones (junio/ 2024), debe tener claro que los partidos políticos son un hecho social, como plantea Lopéz M. en los PARTIDOS POLÍTICOS (1983), enfatizando que “La realidad política, en tanto actividad, en tanto dinamica –‘momento’ necesario de esa realidad inecindiblemente unido al ‘momento’ estructural-, ofrece a la vez una faz agonal -de lucha- y una faz arquitectonica- de integración”

La fas agonal, explicada por el autor, es: “la lucha por acceder al poder” y la faz arquitectónica representa lo que se hará al asumir el poder o sea la transformación de la oferta de campaña en políticas públicas. Otros autores, incluyen la faz plenaria, que armoniza la búsqueda de consensos -condición inexistente en el país-, para hacer realidad las aspiraciones de quienes le eligieron.

Sin embargo, la ausencia de los dirigentes partidarios en la discusión de los problemas nacionales, que aquejan a nuestro país creo espacios para que grupos ajenos al quehacer político-partidista, asumiesen  una representavidad socio-política e ideologica de facto, en nombre de la ciudadanía, pero en beneficio de su agenda particular.

La derrota en las urnas de un partido político, no debería inmovilizar a su dirigencia, más bien abre un espacio tan amplio o reducido como la fuerza motriz que le respalda, para construir desde la oposición la agenda nacional y el fortalecimiento de la democracia.

Pero, de ¿Qué democracia?… Touraine, A,  (1995, p 99), advierte: “No hay democracia sin conciencia de pertenencia a una colectividad política, una nación en la mayoría de los casos…”. Lo que lleva irremediablemente a convocar e invitar a la ciudadanía a dejar su zona de acomodamiento, confort o supervivencia según sea su caso e incidir en su destino.

Debemos estar conscientes de que la inacción política deja en manos de otros el presente y futuro de la nación y, más grave aún nos convierte en cómplices del desbarajuste que heredemos.

 

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