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sábado, marzo 25, 2023

Aldo Dávila, la chabacanería al poder

Según la RAE chabacano adjetivo grosero o de mal gusto, la acción del chabacano sería una chabacanería, o sea la imposición del mal gusto.

Julio Abdel Aziz Valdez

Pregunta seria, ¿acaso no sabían cómo era el antes de que le dieran poder? Pues sí, sus votantes lo conocían y muy bien, al igual que los que no votaron por él y hoy en día lo presentan como el abanderado de las causas de izquierda, y ojo, antes de que se levante la suspicacia referida a su identidad sexual hay que recalcar que no es el primer funcionario que tiene tales preferencias, aunque ahora no se sabe si será el último en hacer de ello una bandera política y propaganda.

Dávila posee ahora, uno de los reconocimientos más infames de la historia guatemalteca, la de ser el diputado que más ha usado la investidura para lograr el reflector mediático, logro que se ha ganado a pulso con sus numerosas puestas en escena cuestionando funcionarios, políticos y demás. La idea más allá de que sus argumentos sean ciertos o no, su objetivo ha sido la de incomodar al poder del Estado y claro, eso gusta a quienes poseen baja autoestima cívica, o sea, quienes creen que el funcionario es inalcanzable y encumbrado ser humano que es bueno bajarlo de su pedestal.

No hay nada de malo en cuestionar al poder, es más, hace falta más conciencia ciudadana para enfrentar a quienes viven del erario público,  la democracia debería nutrirse del cuestionamiento.

Pero el caso de Aldo Dávila es diferente, no por el cuestionamiento en si mismo, sino por lo circense que ha convertido la acción pública ciudadana, el reducir la crítica al insulto, sarcasmo e ironía solo habla de quien al carecer de argumentos, el no intenta conectar con el funcionario sino con el ciudadano de nivel elemental de formación (no me refiero a la educación formal).

Los aplausos hacia este personaje solo pueden provenir del mismo lugar de la conciencia colectiva que aplaudía al Alfonso Portillo cuando en forma de broma reconocía que había asesinado a dos seres humanos y que de la misma manera lo haría para defender a la patria, claro, argumentos tan faltos de humanidad impactaban en quienes consideraban que la muerte de un ser humano por una causa mayor es perdonable.

El problema con la vulgarización del poder, y es que hay puntualizar que Dávila hoy en día es parte de ese poder con todo y que se intente alejar de la idea, es que simplifica lo que ya de por si son problemas complejos, el plantear un contexto entre malos y buenos que gusta tanto a la izquierda, lo que hace en principio es disponer una falsa aura de superioridad moral a lo propio y de vileza al otro, ese otro serán todos los que no piensen como el, y a esto agreguemos el hecho de que no actúen como el, grita, patalea, escupe, maldice, insulta, se burla y hasta señala sin pruebas.

La izquierda intelectual que poco conecta con la población espera a cada minuto que este tipo de liderazgos surja, no el estadista y menos aún el estructurado líder sino más bien el que conecta con la población bajo el argumento que se comporta como ellos o que viste como tal, de ahí una Thelma Cabrera que no podía estructurar discurso pero solo su figura suponía que conectaba con la parte de la indumentaria y hasta de pigmentación de la población.

Por otro lado el referido diputado que desde la chabacanería supone que hace del ejercicio de la política un show para Tik Tok,  el haberse definido abiertamente homosexual, con todo y que en Guatemala desde que hay democracia ha habido políticos y funcionarios homosexuales, supone ante la mirada de la sociedad que posee superioridad moral porque demuestra que ha superado su propia victimización, como lo hizo la figura de Thelma Cabrera.

Recurrir al sentido de solidaridad frente al desvalido y la empatía con los colores de tez y con la vulgaridad es simplemente grotesco para un país que pretende construir un sistema democrático representativo, donde las discusiones deban poseer altura de respeto no de falsas superioridades morales. Solo espero que los políticos, de izquierda y derecha, no hagan de estos espectáculos una metodología de propaganda en las próximas elecciones.

 

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