Julio Abdel Aziz Valdez
Tengo dos ventajas para abordar este tema hoy, una es que recuerdo parte de los hechos en mi adolescencia temprana de lo acontecido días previos a este hecho y luego la lectura posterior desde la criticidad una vez superada la manipulación durante mi formación universitaria.
Pues bien, a penas iniciaba el año escolar en el instituto de educación secundaria donde proseguiría mis estudios secundarios, ya saben, era el paso de la niñez a la pubertad con el agravante que por primera vez estaba compartiendo con mujeres, cosa que no paso en la escuelita de varones donde pase los primeros 6 años de mi formación.
Recuerdo muy bien que en el mes de febrero de aquel 1982 porque irrumpieron en el recinto educativo un grupo de guerrilleros, en aquella época a mi me parecían hombres mayores y al estar armados pues no dejaban de ser intimidantes, no es sino por Jean Marie-Simon quien comparte una fotografía, más de 30 años después y que no formaba parte de su afamada colección de fotos sobre Guatemala en esos años, donde cabalmente mostraba a esos guerrilleros en mi instituto en febrero de 1982, y para mi sorpresa ahora era el semblante de un chico no mayor de 22 años igual a cualquiera de los miles de estudiantes a los que he dado clases.
Así es, para 1982 el enfrentamiento armado interno había alcanzado niveles de crudeza, tanto o más, para que se entienda hoy en día, a la presencia de las maras, fuerzas clandestinas de izquierda y derecha no solo ejecutaban a quienes ellos consideraban enemigos en la calle y plena luz del día, sino que extorsionaban, plantaban bombas y secuestraban. En el caso de la guerrilla miles de jóvenes habían sido convencidos que la toma del poder era un deber de clase y hasta patriótico, y para ello muchos de ellos no dudaron en matar o bien dejarse matar para alcanzar el martirio que la iglesia católica había anunciado.
Me parece que la narrativa que se impuso sobre el conflicto una vez este terminó fue en extremo eficaz y terrible ahora que veo en forma retrospectiva, porque logró meter en la cabeza de miles de personas que o los guerrilleros y los comunistas fueron inventados por los militares para justificar actos de barbarie, que solo pueden salir de una historia de terror y de la cabeza de sociópatas con poder, todo en contra la población civil inocente o peor aún, que esos guerrilleros eran luchadores por la libertad y la democracia, impolutos llenos de virtudes e incapaces de realizar actos criminales en todo caso defendieron a la sociedad de ellos. (y al parecer en ello fueron incapaces)
Aquel golpe de Estado de 1982 se produjo, contradictoriamente para esta narrativa, contra un gobernante que provenía del ejército, y es importante acotar que los anteriores golpes y el que siguió a este en 1983 fueron iguales, o sea, militares sustituyendo militares, nunca contra gobernantes civiles. Una vez estos dejaron de participar como tales en procesos electorales, hasta Otto Pérez Molina, dejo de haber golpes de Estado, es más, impidieron que se produjera uno en 1993, además de las intentonas que también hubo durante el primer gobierno de la nueva democracia de Vinicio Cerezo, ninguno prosperó, que dicho sea de paso eran diferencias entre la oficialidad.
Pero fuera de este detalle para el historiador, esta esto otro, para 1982 toda la región centroamericana estaba en llamas, para la memoria selectiva e ignorante de la militancia hoy en día, la ofensiva general del FMLN en 1981 (la primera) que además había sido armada por completo por el recién estrenado régimen sandinista instaurado en 1979, quienes además proclamaron en 1980 disuelta la Junta de gobierno de reconstrucción y la tendencia Orteguista junto con el ala radical del sandinismo se había impuesto por la fuerza de las armas, dicho en otras palabras, el gobierno sandinista era la versión centroamericana del estalinismo.
La guerrilla local, estaba ávida de reconocimiento internacional y recursos para hacer su propia versión de toma de poder, en la retorcida mente de los militantes hoy, aquellos impolutos guerrilleros no deseaban algo tan vano como el poder, solo luchaban por la libertad y arrojaban flores a sus enemigos, o libros como muestran los murales, de repente se olvidan que su objetivo era no solo tomar el poder, sino que con el seguir el camino trazado por cubanos y nicaragüenses.
En 1982 se reconoció que el gobierno de Lucas García y el recién elegido Guevara no iban a frenar la debacle, de ahí que un grupo de oficiales, con o sin razón, tomaran la decisión de un golpe de Estado, una medida urgente.
El general Ríos Mont no formó parte del golpe, o sea, no fue él quien lo produjo. Él formó parte del gobierno producto de aquel golpe, lo que es diferente. En este punto dirán: eso no cambia nada, porque finalmente él fue, el responsable de lo que vino después, que para ponerlo en términos de espacio tiempo, duró 18 meses, tiempo que fue usado para reordenar el Estado y frenar la toma de poder la guerrilla, que, aunque cueste aceptarlo, pero hay que llamarlos por lo que ellos mismos se autodenominaban, comunistas. Ninguna derrota militar de una guerrilla que llevaba al menos 10 años de acumulación de fuerza podría haber ocurrido, por la vía militar en tan poco tiempo, sin embargo, se realizó, lo que evitó miles de muertes y la destrucción de todo el aparato productivo de la nación.
En esta parte de la historia la manipulación se manifiesta nuevamente, para 1982 Nicaragua ya estaba viviendo otra guerra interna, la contra revolución se estaba extendiendo, ex guardias somocistas no habían aceptado las condiciones de la derrota de dos años antes, y con la ayuda de la CIA regreso el conflicto. Mientras que en El Salvador el ejercito nacional ya enfrentaba una guerra de posiciones.
Solo en Guatemala la estrategia contrainsurgente conllevo un fuerte componente de reorganización y desarrollo social, en varias ocasiones el gobernante que además había sido candidato de la izquierda en 1974, reconociera que lo que alimentaba este conflicto era la pobreza y exclusión social como condiciones estructurales y luego el enfoque militar.
En esos 18 meses, hasta agosto de 1983, se sentaron las bases para la desactivación del enfrentamiento armado. Hay que recalcar que la guerra de la contra en Nicaragua fue peor que toda la revolución, y que El Salvador se mantuvo gracias al gobierno norteamericano hasta 1992, en menos de una década hubo dos ofensivas generales y la destrucción de ciudades completas, pero el cambio más dramático se dio acá, porque en 1986 ya se contaba con una nueva constitución y el ejercito se había retirado por completo a los cuarteles, es más, fuera de enfrentamientos armados esporádicos, este en comparación con los otros en la región había casi desaparecido, y eso se debió a la acción cívica, a los cambios de ley y sobre todo a que la población dejó de apoyar a las guerrillas, fueron ellos mismos los que convirtieron a estos en bandoleros con un gran musculo diplomático.
Frente a esto el mito del genocidio se implanto en parte porque era impensable para la izquierda aceptar que la población había optado por no acuerpar la aventura guerrillera, entonces se crea la idea de que tal decisión vino del terror, y es que para la intelectualidad los sandinistas no habían sido genocidas y el ejército salvadoreño tampoco por que ellos si se enfrentaban a un oponente magnífico que defendía posiciones, pero la guerrilla local no dieron el ancho para los movimientos que se desarrollaban en la región, por lo tanto era impensable que se les haya derrotado muchas veces sin disparar, eso era y sigue siendo un insulto que no están dispuestos a aceptar, por lo que inventar un genocidio era la respuesta a sus propias incapacidades.
23 de marzo del 2023, en el umbral de las próximas elecciones generales, proceso ininterrumpido desde 1986 hasta el día de hoy, surgen dos argumentos que intentan avivar la narrativa, uno que hay una prohibición constitucional para le elección de una candidata por ser hija del presidente de facto en 1982, valga la aclaración no solo no participó del evento en si, ni tampoco de ese gobierno, pero además la nueva constitución entro en vigencia, como se ha dicho en infinidad de ocasiones hasta 1986. Pero mejor pasemos al otro argumento, y es que ante la no inscripción del binomio MLP quienes reclaman para si la herencia de lucha de la guerrilla, (que por cierto no puede hacerlo la URNG porque en la actualidad es un partido marginal, gerontocrático y caudillista) asumen que si el Registro de Ciudadanos inscribe a “la hija del genocida” deberían inscribir a: ¿Quién? Es cierto, a los representantes del pueblo, y solo un indígena inventado cabe en ese modelo. El revolucionario guatemalteco, que le cuesta asumir su identidad, no le ha quedado más que regresar a las famosas giras de solidaridad por el mundo para llevar su discurso lastimero y en el camino obtener la audiencia y los recursos que lo mantienen vivo.
En realidad, la paradoja sirve como discurso en el extranjero mas que para la localidad, porque la negación no es a la candidatura de la mujer indígena en cuestión sino para el exfuncionario, que por cierto se hizo millonario en el ejercicio de su puesto, y que tiene cuentas pendientes ante instancias legales del Estado. Pero el usar el argumento del racismo y la asociación de ideas del golpe del 82 para descalificar a la candidata puntera para plantear la injusticia creada en la mente del militante sirve para nuevamente manipular la historia.